“¡Tráiganlo de vuelta!”, exclama ella con sus arrugas colmadas de impotencia.
Pocas palabras pero varios pensamientos sumidos en una inevitable reflexión. Una pequeña pieza en la que todos respiramos la muerte. Los minutos transcurren, cada inhalación requiere un inmenso esfuerzo y cada exhalación pareciera la última.
Un aterrador escalofrío me recorre mientras salimos. No, no me despedí, no lo puedo soportar, no me reclames. Te lanzo un beso al aire y te moldeo estas letras en papel. Los faros de la calle me recuerdan tu palidez mortecina. Las gotas cayendo sobre el parabrisas acompañan a las nublan mi vista.
¿Hay que aferrarse a algo? Sí, yo me apego a los que quiero, a los recuerdos y a las creencias.
Tu agonía ha durado más que la lluvia. Es hora. Este día. Es tu día. Vete.