sábado, 8 de noviembre de 2014

Acerca de partidas y despedidas.

Siempre se queda un pedacito de nosotros en cada lugar por el que hemos pasado, en cada mesa donde tomamos un café, en cada gato que intentamos acariciar, en las rutas que nos memorizamos para regresar al hotel sin perdernos y que eran parte de un juego de apuestas, en esa manchita de vino derramada en la almohada .

El paisaje, sin saberlo, esta siendo retratado por los ojos vivos, desorbitados y temerosos de no repetir semejante experiencia. Algunos lugares solo se cruzan en nuestro camino una vez. Miramos y miramos hasta que no podemos más, caemos rendidos. Voyeuristas en extremo. Los ojos que no nos alcanzan, nos quedan cortos y rápidamente recurrimos a retacar  las maletas de pequeños objetos y fotografías semiartísticas donde sonreímos como bobos. La salvación parcial.

Con la lucidez perversa de la nostalgia caminamos en silencio, un silencio sagrado y sepulcral, cinco minutos por todo lo que dejaremos atrás. Me entristezco por cosas así, trato de aferrarme a aquello que me ha brindado momentos de felicidad. Soy mas tragedia que comedia .

Me tomas de la mano y me miras y entonces se que todo estará bien, que otras aventuras vendrán pero que para ello debemos seguir y no voltear hacia atrás. Tú, siempre tú.

lunes, 6 de octubre de 2014

Tláloc, el alborotado.

Hoy la ciudad de México estuvo cerca de convertirse en una Venecia latina. Llovió de manera torrencial, haciendo escupir a las coladeras, haciendo brotar fuentes de agua sucia que salpicaban el vidrio de los autos, jugando a apagar los motores de camionetas quienes quedaban atrapadas entre la noche y el agua, miles de calcetines empapados y negros, perros que al sacudirse salpicaban a su dueño.

Plazas usualmente bulliciosas de parejas jóvenes besándose en los rincones, niños corriendo con globos en la mano y madres histéricas detrás de ellos, ahora estaban vacías. Podías pararte en medio y apreciar la arquitectura sin nadie estorbando la visión, respirar el olor a tierra mojada, los colores más contrastados, el pavimento reflejando los faros de la noche. Coyoacan, la locación ideal para un film noir.

domingo, 27 de julio de 2014

A freaky man

"¡Qué raro es verte en alguien más!", pensaba yo mientras daba otro sorbo. 

Ver y reconocer en otros tus gestos, expresiones, gustos. Es como si, al fin, pudieras verte en un espejo de tiempo real, así tal cual estás expuesto a la sociedad, listo para ser aplaudido o desechado.
Bastan unos segundos para saberlo así de rápidos son los juicios aquí. Arbitrariedad.

Quisiera levantarme, tocarle el hombro y decirle "Yo te entiendo, yo lo sé", puedo imaginar su expresión de rechazo. Del mismo modo reaccionaría yo. Quizá sea bueno no saber que hay alguien semejante a ti, otro tú.

Perder la individualidad, la singularidad, el ser único e irrepetible. Esa sobrevaloración del género humano. Todos cortados desde el mismo molde, únicamente se realizan combinaciones al azar. Misma sonrisa para el 1, 15,17. Misma ceja y ojos para 3,15,18,19. Combinaciones finitas.

Sí, imagino su reacción. Uno se volvería loco al verse en otro. No es sano, se pierden los estribos. Siempre se está buscando el complemento y no el igual. Dejémoslo así. No movamos de más. No alteremos el orden, cualquiera que éste sea.


"¡Disfrute su comida, señor!".

martes, 6 de mayo de 2014

Salix babylonica

Estas noches de desolación, nos arrimamos a la sombra del viejo árbol. Nuestro amigo nos resguarda pues no queremos que nos descubran los ojos hinchados junto a la nariz roja.

El rocío nocturno en la superficie de su cuerpo húmedo, al que ambos nos apegamos, se mezcla con nuestra cara empapada y forman un pesaroso conjunto que tiene por nombre: la líquida melancolía.

En ese lugar donde reina el silencio y se nos asegura la privacidad, los sentimientos tienen una doble carga de intensidad ya que no hay nada que esconder. Si cerramos los ojos, tenemos la certeza de habernos vuelto una misma alma.

Mantenemos el perfil bajo y la mirada triste dentro de la búsqueda implacable de un cobijo, de algún consuelo. Pasado un tiempo, re-encuentro ese peculiar resplandor que desprenden tus ojos y es cuando recordamos que allá, en un lugar irrisorio, están esos astros que parecen muertos pero que en realidad están llenos de vida.

Esas estrellas llenas de instantes, antaño presentes, hoy pasado. Contemplamos el oscuro manto y percibimos que no está del todo cubierto, aún faltan huecos por llenar con nuevas y jóvenes estrellas, cargadas de dicha y bienestar, que ya se están aproximando.

Cuando sopla el viento, las hojas más largas y viejas, cargadas de memorias compartidas, tiernamente, nos hacen cosquillas en la mejilla e insinuamos una sonrisa. Con la mirada seguimos las ramitas y entrevemos que sostienen varias hojas nuevas, pequeñas y muy verdes.

El color se puede apreciar a pesar de la ausencia de la luz como una expresión de la profundidad del afecto. La esperanza de la nueva vida, de que no todo está perdido, de que habrá un futuro...Sólo basta esperar a que nazcan nuevas hojas, basta esperar un poco.

(Ambos sabemos que nuestra unión es inquebrantable.)


miércoles, 8 de enero de 2014

Enero.


Agradezco al invierno.

Aunque mi nariz sea roja y tenga los lentes empañados por el café caliente. De pronto, debajo del gorro,   que mantiene a salvo mi par de orejas, aparece la mirada perdida ahí, en un punto de la pared blanca, mientras el tocadiscos reproduce esa canción que sé de memoria con pausas y silencios, esa canción que ha estado sonando un sinnúmero de ocasiones antes.

Esas letras que engloban un poco de ti y de mi. Esas letras que traen de vuelta las promesas hechas y el futuro esperanzador, que inyectan el carmesí cuando se está volviendo gris, que intentan recrear el ritmo interior, que asemejan a la felicidad. El “nos amamos” en tono musical.

Una fusión. Aquella cohesión invisible pero sólida, intacta e infinita, semejante a un extenso cordón de plata que pronto ya no será tan interminable como luce hoy. Porque el tiempo reduce la distancia. Porque el tiempo ahora es nuestro aliado.

Aquella unión que nos mantiene enamorados aunque no estés aquí, aunque yo esté aquí y tú estés allá...transitoriamente.


Todos sabemos que cuando hace frío, los días son más cortos y aceleran el paso. Por ello, sí, agradezco al invierno.