Agradezco
al invierno.
Aunque
mi nariz sea roja y tenga los lentes empañados por el café caliente. De pronto, debajo del gorro, que mantiene a salvo mi par de orejas, aparece la mirada perdida ahí, en un punto de la pared blanca, mientras el
tocadiscos reproduce esa canción que sé de memoria con pausas y silencios, esa
canción que ha estado sonando un sinnúmero de ocasiones antes.
Esas
letras que engloban un poco de ti y de mi. Esas letras que traen de vuelta las
promesas hechas y el futuro esperanzador, que inyectan el carmesí cuando se
está volviendo gris, que intentan recrear el ritmo interior, que asemejan a la
felicidad. El “nos amamos” en tono musical.
Una
fusión. Aquella cohesión invisible pero sólida, intacta e infinita, semejante a
un extenso cordón de plata que pronto ya no será tan interminable como luce hoy.
Porque el tiempo reduce la distancia. Porque el tiempo ahora es nuestro aliado.
Aquella
unión que nos mantiene enamorados aunque no estés aquí, aunque yo esté aquí y
tú estés allá...transitoriamente.
Todos
sabemos que cuando hace frío, los días son más cortos y aceleran el paso. Por
ello, sí, agradezco al invierno.