miércoles, 8 de enero de 2014

Enero.


Agradezco al invierno.

Aunque mi nariz sea roja y tenga los lentes empañados por el café caliente. De pronto, debajo del gorro,   que mantiene a salvo mi par de orejas, aparece la mirada perdida ahí, en un punto de la pared blanca, mientras el tocadiscos reproduce esa canción que sé de memoria con pausas y silencios, esa canción que ha estado sonando un sinnúmero de ocasiones antes.

Esas letras que engloban un poco de ti y de mi. Esas letras que traen de vuelta las promesas hechas y el futuro esperanzador, que inyectan el carmesí cuando se está volviendo gris, que intentan recrear el ritmo interior, que asemejan a la felicidad. El “nos amamos” en tono musical.

Una fusión. Aquella cohesión invisible pero sólida, intacta e infinita, semejante a un extenso cordón de plata que pronto ya no será tan interminable como luce hoy. Porque el tiempo reduce la distancia. Porque el tiempo ahora es nuestro aliado.

Aquella unión que nos mantiene enamorados aunque no estés aquí, aunque yo esté aquí y tú estés allá...transitoriamente.


Todos sabemos que cuando hace frío, los días son más cortos y aceleran el paso. Por ello, sí, agradezco al invierno.