Hoy
la ciudad de México estuvo cerca de convertirse en una Venecia latina. Llovió
de manera torrencial, haciendo escupir a las coladeras, haciendo brotar fuentes
de agua sucia que salpicaban el vidrio de los autos, jugando a apagar los
motores de camionetas quienes quedaban atrapadas entre la noche y el agua,
miles de calcetines empapados y negros, perros que al sacudirse salpicaban a su
dueño.
Plazas
usualmente bulliciosas de parejas jóvenes besándose en los rincones, niños
corriendo con globos en la mano y madres histéricas detrás de ellos, ahora
estaban vacías. Podías pararte en medio y apreciar la arquitectura sin nadie
estorbando la visión, respirar el olor a tierra mojada, los colores más
contrastados, el pavimento reflejando los faros de la noche. Coyoacan, la
locación ideal para un film noir.