Siempre se queda un pedacito de nosotros en cada lugar por el que hemos pasado, en cada mesa donde tomamos un café, en cada gato que intentamos acariciar, en las rutas que nos memorizamos para regresar al hotel sin perdernos y que eran parte de un juego de apuestas, en esa manchita de vino derramada en la almohada .
El paisaje, sin saberlo, esta siendo retratado por los ojos vivos, desorbitados y temerosos de no repetir semejante experiencia. Algunos lugares solo se cruzan en nuestro camino una vez. Miramos y miramos hasta que no podemos más, caemos rendidos. Voyeuristas en extremo. Los ojos que no nos alcanzan, nos quedan cortos y rápidamente recurrimos a retacar las maletas de pequeños objetos y fotografías semiartísticas donde sonreímos como bobos. La salvación parcial.
Con la lucidez perversa de la nostalgia caminamos en silencio, un silencio sagrado y sepulcral, cinco minutos por todo lo que dejaremos atrás. Me entristezco por cosas así, trato de aferrarme a aquello que me ha brindado momentos de felicidad. Soy mas tragedia que comedia .
Me tomas de la mano y me miras y entonces se que todo estará bien, que otras aventuras vendrán pero que para ello debemos seguir y no voltear hacia atrás. Tú, siempre tú.