"¡Qué raro es verte en alguien más!", pensaba yo
mientras daba otro sorbo.
Ver y reconocer en otros tus gestos, expresiones,
gustos. Es como si, al fin, pudieras verte en un espejo de tiempo real, así tal
cual estás expuesto a la sociedad, listo para ser aplaudido o
desechado.
Bastan unos segundos para saberlo así de rápidos son los juicios aquí. Arbitrariedad.
Quisiera levantarme, tocarle el hombro y decirle "Yo te
entiendo, yo lo sé", puedo imaginar su expresión de rechazo. Del mismo
modo reaccionaría yo. Quizá sea bueno no saber que hay alguien semejante a ti,
otro tú.
Perder la individualidad, la singularidad, el ser único e
irrepetible. Esa sobrevaloración del género humano. Todos cortados desde el
mismo molde, únicamente se realizan combinaciones al azar. Misma sonrisa para
el 1, 15,17. Misma ceja y ojos para 3,15,18,19. Combinaciones finitas.
Sí, imagino su reacción. Uno se volvería loco al verse en otro.
No es sano, se pierden los estribos. Siempre se está buscando el complemento y no el igual. Dejémoslo
así. No movamos de más. No alteremos el orden, cualquiera que éste sea.
"¡Disfrute su comida, señor!".