La forma en que lo cotidiano transcurre sin una actividad especifica resulta poco comprensible pero armónica, plena y equilibrada. Los días pasan en calma, en ausencia de presiones banales, con un lento avance de las manecillas para dar tiempo a observar el paisaje, a disfrutar una fresa recién cortada, un jugo de naranja frío, una cerveza o un beso; a respirar el aire puro que nos limpia los pulmones, a escuchar el canto de un pájaro, a sentir los rayos del sol tostando la piel, a descubrir música o libros, a probar nuevos sabores, a educar el oído hacia un nuevo idioma, a andar en bicicleta entre los campos verdes y flores amarillas, a mirar el movimiento de las copas de los árboles y el cielo azul.
Ese perfume suave y fresco, ese balanceo tranquilo que te abraza cálidamente, que te arrebata las tensiones y hace cerrar los ojos y llena el cuerpo de paz. Estoy sumergida en esa curiosidad por los detalles cotidianos que pasan desapercibidos y resultan ser los más extraordinarios. Alejada de la modernidad y el bullicio de la ciudad pero cerca de la naturaleza y sus prodigios, qué mejor!.
A ratos es bueno desintoxicarse, desadaptarse, desconectarse. Recrear. Ser. El estado ideal. Es la forma en como se regeneran los cronopios y los amorosos.. Algunas veces es bueno detenerse para recobrar el sentido, para vivir.
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