Últimamente huele a encerrado, evitando asfixiarse por un
resquicio de la ventana rota. La humanidad espera afuera, los autos que
aceleran y los transeúntes que se atropellan.
Últimamente huele a encerrado pues la medida del tiempo ha
dejado de ser el sol y la luna, ha dejado de ser las horas y los
minutos. Aquí, desde este rincón, hemos reinventado el tiempo.
Últimamente huele a encerrado y cuestiono mi ceguera, pues
en un principio no me di cuenta. Te tuve y te olvidé. Ahora te encuentro
mediante una carta del pasado que se ha tornado amarillenta. Ahora te encuentro
tan cercano. Ahora te encuentro. Cuestiono mi ceguera porque ignoró las señales
de la intuición.
Últimamente huele a encerrado y a la espera que se mantiene
entre la luz tenue de una vela que se consume, sin embargo, no se agota. La
espera que observa distante el equilibrio de la balanza, unas veces inclinada hacia
la serenidad, otras tantas hacia la impaciencia. En medio, la
certidumbre, siempre intacta.
Últimamente huele a encerrado, pues en realidad todo se
reduce a lo que mis ojos no pueden ver ni mis manos sentir, todo se reduce a ese instante determinado. Todo se reduce a la añoranza de un momento que, inevitablemente, llegará. El minuto necesario en donde se resuelve la vida,
llena de júbilo y triunfo.
Últimamente huele a encerrado, ya que permanecemos aferrados al
destino y a la eternidad; al amor y la
terquedad. La resistencia. Sí, a veces, existe la perfección.
Lo más probable es que nosotros estemos vivos y todos los
demás muertos.