miércoles, 1 de junio de 2016

Las alas del deseo

Un sinnúmero de tardes se van consumiendo mientras esperas pacientemente a que el reloj de arena deje caer su último grano, a que las manecillas den una vuelta completa para tener el permiso de mover los pies y dejar de lado aquel lugar plagado de insectos, suciedad y sudor donde transcurren tus días .

Los rayos de sol cruzan las nubes y se asemejan a pares de piernas de todo tipo, bronceadas, sin rasurar, delgadas, fornidas, con las rodillas arqueadas y desfilan ante tus ojos miel que miran a la defensiva y el consumen el cigarro por medio de la contemplación.

Ellas caminan y te miran, te encuentran como cualquier perro encontraría un hueso para roer aún estando enterrado en lo más profundo de la tierra. Sus pupilas brillan con mayor intensidad, sus senos se hinchan, sus nalgas se endurecen, despliegan sus alas furiosas, revolotean cerca de tu lado, lanzan una brisa plagada de feromonas con un olor a perfume barato, te venden ideas encantadoras de belleza falsa.

El deseo de tenerte entre sus muslos cálidos viene a su cabeza. Ni hablar de un maquiavélico plan sino como en todos los tianguis, cualquiera te ofrece su carne blanda a bajo precio, su paso abierto a ese pliegue blando sin ningún compromiso, la oferta de ocasión, un hechizo barato.

La competencia por los movimientos más sensuales, por la sonrisa más bella, por la atmósfera más agradable, por la fantasía más exótica, por el humedecimiento que envolverá de mayor encanto dicha escena. La avidez de un apetito pasajero que, tras haber sido satisfecho, se convertirá en piel marchita con aroma a fruta podrida seguido de un cúmulo de moscas. El instante culminado detrás del cual no hay nada más que ofrecer. La prolongación que se situará en el vacío.

La primera impresión siempre tiene un dejo de atracción, una punzada llamativa que nos hará girar la cabeza y mirar la mercancía como cualquier objeto nuevo aunque inerte. Sin embargo, esa hinchazón bajo el pantalón repetida monótonamente y la irrigación de la corteza cerebral son sólo el reflejo del amor de mala calidad, de la carencia de escencia, de una superficie disfrazada.

Cuando sea la hora indicada y el turno haya terminado, gira sobre tus talones, despabila la cabeza, emprende tu camino de regreso hacia el corazón más rojo de la faz, a las promesas reales, a los sacrificios que valen su peso en oro, a los sentimientos arraigados, donde se ofrecen todos aquellos atractivos potenciados al cien, el orgasmo auténtico ; regresa por el camino sin sombras, regresa a la plenitud del alma y del cuerpo, regresa a la historia que es bonanza y destino.

Y que tanta falta hace en este mundo.




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